Tania Pérez: Lo lúdico en la dirección de arte cinematográfica

Laura Antillano

Tania Pérez es directora de arte y diseñadora de vestuario en el cine. Se dice muy fácil pero para Tania las necesidades de su oficio le llevaron a combinar sus múltiples intereses: realizó estudios en la Facultad de Arquitectura, en la Escuela de Letras, en área de Administración, en artes plásticas y en otras cosas y a través de su vida fue descubriendo que la combinación de sus conocimientos eran necesarios para su eficacia en lo que le ha enamorado escoger como oficio.

No sólo esto nos contó Tania Pérez en su clase magistral en la sala Román Chalbaud del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía en Los Ruices, sino que también supimos que fue alumna de una escuela que fue emblemática en la historia de la educación en Venezuela, y hablamos pues del Experimental Venezuela, dirigido por esa gran maestra que fue Belén San Juan.

De su vida escolar contó un recuerdo definitivamente esclarecedor e importante, ocurrió cuando el terremoto de Caracas se producía y ella en la escuela, con un compañero de clase, debían reproducir un pasaje de La Iliada, el hecho es que su sentido del compromiso y la responsabilidad les llevó a seguir en su representación diciendo el texto mientras todos corrían a su alrededor en pleno terremoto. Esa circunstancia define una huella de la niñez que contribuyó a definir el camino de Tania en su relación con el arte.

Sus funciones en la década de los ochenta en la Escuela de Cine de la Universidad de los Andes la colocaron cerca del realizador de animación Leopoldo Ponte en «El espantapájaros», a quien debemos considerar uno de los pioneros de este arte en Venezuela, al lado de José Castillo, Alberto Monteagudo, y algunos audaces, recordemos la versión del cuento de Aquiles Nazoa: Historia de un caballo bien bonito, cuya versión en animación es de una sencillez y ternura particular.

Tania recuerda de la experiencia personal con «El espantapájaros» en el que cada uno de los miembros del equipo de trabajo debía elegir un pájaro y hacer un escarceo de investigación para reproducir sus movimientos por espacio de un minuto, se trataba de la emoción de dar vida a un personaje dibujado.

Tania también laboró como productora de campo, con Andrés Agusti en «Tisure», ello la vinculó a estudiar las culturas indígenas y diseñar vestuarios. Su experiencia cinematográfica la ha paseado por muy diversas funciones y la ha vinculado a muchos veteranos de esta historia larga de realizaciones venezolanas.

La amenidad de su charla nos ponía frente a la directora de arte de películas como: Azú, dirigida por Luis Alberto Lamata, película histórica que recrea los primeros tiempos de la Colonia en América, y que requería de toda una investigación iconográfica en relación con su ubicación histórica y social; de igual modo que con el largometraje también de orden histórico: «Zamora, tierra y hombres libres» (2008) de Román Chalbaud.

En otro extremo en cuanto a la concepción estética estaría «Dos de trébol» opera prima de Orlando Rosales y Jessica Wenzelmann, ubicada en tiempos contemporáneos y con un contexto más ligado al espectáculo de un mago, y a la cotidianidad de una abuela, en donde igualmente se lució la talentosa Tania con sus aciertos selectivos.

Ella nos ha acompañado en el Encuentro con la Literatura y el Audiovisual que venimos realizando por 11 años en el estado Carabobo, y ha venido a dictar talleres de Dirección de Arte para gente de diversas edades interesada en el tema, con ganas de hacer cine preparándose en todos los oficios que tal lenguaje requiere. Sus dotes pedagógicas están más que probadas en esa circunstancia, porque suele despertar en los integrantes del taller un gran interés por las posibilidades del oficio.

Entre las muchas cosas que comentó Tania en la clase nos llamaron la atención sus señalamientos relativos a lo que significa el haber participado en el territorio de su oficio en el cine, en los años en que la tarea estaba en manos de gente que se formaba profesionalmente a partir de la praxis y el «ensayo-error», porque no había otra posibilidad, pero que extraordinariamente también tuvo retroalimentación con la llegada a Venezuela de gente de muy distintas partes del mundo, atraídos por los paisajes, la naturaleza y las posibilidades de hacer aquí sus películas con «mano de obra» venezolana, y en cuyas funciones gente (como la propia Tania) aprendió muchísimo y descubrió formas de comunicación que no hacían imprescindible el hablar el idioma del otro para entenderse.

Fue así como nos enteramos de que trabajó en películas como «Aracnofobia» dirigida por Frank Marshall (uno de los productores fue Spielberg), aprendiendo las tramoyas necesarias para crear la aventura fantástica del relato, que llevaba a inventar arañas gigantes y otras circunstancias.

Tania entiende la Dirección de Arte como un oficio que mantiene en vigencia para siempre la necesidad de lo lúdico, el jugar del niño, como esencia misma del crear.

Pero también le da una importancia considerable al trabajo de equipo porque el cine es un arte de equipo. Recuerda del pasado una concepción sagrada del set de trabajo, considera que el afán que descansa todo en lo tecnológico echa por tierra esa concepción «sagrada» del oficio y su dimensión apasionada, a cambio de la inmediatez, desconociendo la fuerza de los detalles humanos.

Recordó con nostalgia la camaradería con compañeros de trabajo en esas largas jornadas de filmación, que no estuvieron nunca exentas de un mirar la luna en una noche estrellada, compartir la alegría y los descubrimientos y poner lo mejor de cada quien en esa batalla creativa en colectivo.

Para ella la tarea del director o directora de arte es la de convertir en imágenes las palabras con las cuales ha sido escrito el guión.

Para darnos una dimensión de lo que ello significa nos puso a los asistentes a su exposición de clase magistral a dibujarnos a nosotros mismos, recortar la imagen y colocarla en el pizarrón para comentarla después. El ejercicio fue interesante por lo que dejó como experiencia en cada uno, mirarse a sí mismo y tratar de reproducir lo visto para brindarlo a la mirada de otros. Saber que miro de mí cuando me veo. Conocernos para reconocernos. Ello abrió un diálogo variado y cordial entre los presentes. Con ello nos dejó percibir en esencia ese fondo lúdico de su oficio.

Estas clases magistrales de los jueves son siempre muy enriquecedoras, y a continuación siguen ahora la productora Hilda De Lucca y el utilero Abraham Buccé, dos pioneros de larga trayectoria, como todos los que han pasado por este ciclo comunicándonos sus experiencias, y haciéndonos admirar la audacia, la pasión amorosa y creativa que les ha llevado a ser parte de estos 120 años que está cumpliendo nuestro cine venezolano.

Laura Antillano