Detrás de los efectos visuales de José Morillo «Rancho»

El efectista José Morillo «Rancho» ofreció una Clase Magistral en el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) en la que dio a conocer sus primeros pasos en el cine venezolano, los detalles sobre la creación de los efectos visuales en las películas venezolanas y el trabajo con los actores.

José Morillo

Con una máquina de soldar y una lámina, José Morillo «Rancho» creó su primer efecto especial: un relámpago. No lo hizo para el cine, sino para el teatro, porque Rancho se había percatado de que las puestas en escenas de las obras eran muy simples.

Rancho tenía un taller de herrería pero también conocía de carpintería, reparaba lanchas, helicópteros, trabajaba con fibra de vidrio, pintaba carros, aprendió de latonería, manipuló explosivos en una empresa de buceo, «todo eso lo uní y logré hacer efectos especiales».

Lo que Rancho no sabía se lo inventaba, así fue como en esos primeros pasos por el teatro buscó la fórmula precisa para diseñar una máquina de humo. Primero intentó con una que utilizaba cloruro de amonio, y desistió de la idea por el fuerte olor. Como tenía conocimiento de mecánica, Rancho notó que si a un tubo de escape de un carro le caía aceite, de ese contacto brotaba humo.

Con esta lógica Rancho creó su primera máquina de humo: una plancha caliente a la que aplicaba aceite, «usaba aceite Menen, era un humo bien bonito y olía bien y no dañaba a nadie».

Muchos años después con toda su experiencia como efectista, Rancho no duda en confesar que lo más complicado de lograr es incluir humo en una película. «Parece que es lo más sencillo, pero echar humo en los exteriores es complicado porque uno no puede controlar el aire (…) No se puede, tu echas un humo y está perfecto, cuando dicen acción el humo se va».

Con el tiempo aprendió a conocer el estado del tiempo, a calcular la fuerza del viento; aun así la naturaleza es caprichosa con los efectos especiales. Por eso para Rancho crear una lluvia requiere de instalar en escena al menos cuatro torres de seis metros de largo, con mangueras y bombas de agua.

José Morillo

Crear de lo irreal, lo real

El salto que dio Rancho del teatro al cine fue un avance natural, participó en la película «Seguro está el infierno» (1986) de José Alcalde, y ese mismo año trabajó con el director Mauricio Walerstein en «De mujer a mujer» en 1986.

Al final de la década de los 80 Rancho participó en otras producciones: «La oveja negra» (1987) de Román Chalbaud, «Los años del miedo» (1987) de Miguelangel Landa, «Con el corazón en la mano» (1988) de Mauricio Walerstein y «Mujer de fuego» con el realizador Mario Mitrotti.

En estos primeros años Rancho aprendió a no equivocarse, porque filmar en celuloide, en 35 milímetros, requería de ser preciso para no aumentar los costos. Esto no fue un problema para Rancho quien desde un principio ha fabricado todo lo que utiliza en su trabajo, «el error es que muchos no se preocupan por aprender a fabricar las cosas, es importante porque así sabes qué va a pasar con eso».

Es por esta razón que Rancho utiliza el foami y la goma espuma para crear huesos, sillas, bancos, piedras; para los cráneos utiliza resina de lancha, plástico para las granadas, con las botellas de vino que deben romperse lo hace con azúcar.

Si algún elemento en una escena de una película debe explotar, Rancho tiene que crear ese elemento desde cero. «Por ejemplo, si voy a explotar una mesa tengo que hacerla con madera falsa, no puede ser con anime porque se cuartea y se ve lo blanco».

La técnica cambia por seguridad cuando cerca de esa mesa está un actor. Rancho se ayuda con varios elementos: puede ser un explosivo de aire comprimido, utilizando un flash y un poco de talco. Si necesita saltar por los aires una puerta, después de fabricarla con aserrín le coloca un poco de C4, pero la puerta cae más por el impacto de un péndulo que coloca para golpearla que por el mismo efecto del explosivo. «¡Todo es totalmente irreal!»

Los carros estallan después de sustituir la gasolina del tanque por agua y colocarles quemadores de gas por diferentes sitios. Para voltear un auto utiliza una rampa.»Para voltear un carro agarro una rampa, busco una rampa, una piedra. Montas la rueda derecha, frenas y enseguida tienes que agarrarte de un mecate y esperar que ese bicho de vueltas. Después que se voltee el carro yo tengo que esperar que digan corte para poder moverme (…) Muchas veces tu no sabes lo que va a pasar, pero sabes lo que te va a pasar, y no te pasa nada».

José Morillo

En su juventud, Rancho era doble de actores y la mayoría de las piruetas las realizaba él. Con su experiencia el efectista sabe que lo primero en su trabajo es la seguridad de todos, en especial de los actores. Por este motivo se toma todo el tiempo necesario para hablar con ellos, entrenarlos en todos los efectos y en el área tan delicada como es el uso de armas de fuego.

Rancho sabe que un arma mal preparada puede causar una tragedia. Antes de filmar indica a los actores y a los figurantes que no deben colocar el cañón de las armas en el piso porque podrían recoger alguna piedra y salir disparada con la pólvora. Tampoco apuntar directamente al cuerpo.

Rancho también fabrica las armas antiguas, los mosquetones, los AK-47 en metal o madera. Depende de la exigencia o el dinero que tenga la producción de la película.

«La pólvora para los efectos es diferente porque ninguna pólvora es igual que la otra. Entonces los cartuchos que usamos nosotros es una pólvora más fuerte pero de menos cantidad para que no haga esa luz de bengala, sino una explosión seca y con bastante luminosidad».

El único accidente que tiene en su hoja de vida es el que sufrió él mismo: un día le puso a un actor un estopín en el pecho para simular un impacto de bala y le pidió que no apretara un botón hasta que se lo indicara, «cuando me agacho y el tipo apretó el botón, porque puse la cabeza justamente donde estaba puesto el estopín, perdí un oído, ya lo recuperé con el tiempo».

José Morillo

El efecto con otros departamentos

Para Rancho «el mundo de los efectos es infinito, es como realizar los sueños de otros» y el efectista ha logrado estos sueños con varios cineastas: con Román Chalbaud ha participado en «Cuchillos de fuego» (1990), «Pandemonium, la capital del infierno» (1997), «El Caracazo» (2005), «Días de poder (2011)» y «La planta insolente» (2017).

Ha trabajado en diferentes largometrajes del director Luis Alberto Lamata: «Jericó» (1991), «Desnudo con naranjas» (1997), «Miranda regresa» (2007), «Taita Boves» (2010), «Bolívar, el hombre de las dificultades» (2013), y «Azú, alma de princesa» (2013).

Rancho aprendió que su trabajo como efectista es «hacer lo que más se parezca a lo que pida el director» y que en el cine todos los departamentos están conectados.

«Los efectos especiales tienen que ver con todo el sistema de cine, utilería, escenografía (…) El efectista tiene de todas las herramientas y el maquinista es el que más tiene herramientas. Pero son complejas las herramientas que usamos los maquinistas y los efectistas, pero sí compartimos mucho».

Las coincidencias no se quedan solo con el maquinista. El efectista necesita la ayuda del departamento de vestuario. Rancho tiene que saber qué ropa puede rasgar para un efecto, si se puede manchar con sangre, si es necesario más vestuario.

El efectista debe trabajar de la mano con el director de fotografía para que lo ayude a crear en escena un efecto diferente, «en especial con las lluvias y en los incendios porque la candela que yo fabrico es anaranjada, no es roja; toca hablar con el director de fotografía para que le ponga gelatina, para que se vea la candela más roja porque el gas te lo produce entre amarillo y anaranjado».

En todas estas producciones Rancho ha contado con el conocimiento de sus hijos, quienes desde pequeños se involucraron en la creación de efectos especiales. Ricardo Morillo «Ranchito» estuvo en un rodaje desde los cuatro años y ahora es asistente de cámara y editor.

Como representante de una nueva generación que utiliza cada vez más cromas y efectos por computadoras, Ranchito prefiere la unión de las dos herramientas, «prefiero seguir trabajando con esto que algunos llaman la vieja escuela, pero esto es la base y sin esto no es nada. Y una vez que trabajamos con esto, se retoca o se refuerza con esos programas. Eso sería lo ideal para hacerlo más realista tanto como por actores, como por fotografía, como por locaciones y muchas cosas».

José Morillo

Después de participar en tantas producciones, Rancho hizo un grupo de amigos y compañeros de trabajo que recuerdan sus efectos especiales.

La productora Hilda de Luca agradeció el apoyo total en todos los proyectos en los que participaron, «le diría Rancho gracias a Dios tú no eres un efecto especial, eres de verdad, verdad. ¡Gracias por existir!»

Con todas estas películas en las que ha trabajado, Rancho todavía está dispuesto a seguir creando más efectos visuales, porque para él la mejor película en la que ha participado es la que está por venir.

José Morillo «Rancho» se convirtió en el invitado número 18 del Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano, organizado por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), un espacio para conocer a los técnicos del cine nacional. Para la vicepresidenta del CNAC, Alizar Dahdah, los técnicos son «todo un equipo de trabajo, nosotros nos sentimos orgullosísimos de ustedes los técnicos cinematográficos venezolanos, que hacen su trabajo con mucha seguridad, con mucho profesionalismo; los jóvenes, esos semilleros del cine venezolano, deberían aprender de ustedes, seguir sus consejos. Hoy, Rancho, con esta Clase Magistral nos has demostrado que hay que ser un creador, un artista, para tener una propuesta y así atender las necesidades de los efectos visuales en una película».

Las clases magistrales del CNAC se realizan todos los jueves a las 9:30 de la mañana, en la Sala de Formación Román Chalbaud del Laboratorio del Cine y el Audiovisual de Venezuela «Rodolfo Santana».

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Filmografía selecta de José Morillo «Rancho»:
El Inca (2016), dir. Ignacio Castillo
Maisanta (2016), dir. Miguel Delgado
El infierno de Gaspar Mendoza (2015), dir. Julián Balam
Corpus Christi (2014), dir. César Bolívar
Ley de fuga (2014), dir. Ignacio Márquez
Papita maní tostón (2013), dir. Luis Carlos Hueck
Memorias de un soldado (2012), dir. Caupolicán Ovalles
Una mirada al mar (2011), dir. Andrea Ríos
Muerte en alto contraste (2010), dir. César Bolívar
Cheila, una casa pa’ Maita (2010), dir. Eduardo Barberena
Libertador Morales, el justiciero (2009), dir. Efterpi Charalambidis
Por un polvo (2008), dir. Carlos Malavé
Comando X (2008), dir. José Antonio Varela
Trampa para un gato (2008), dir. Manuel de Pedro
Amaneció de golpe (1998), dir. Carlos Azpúrua.
Luna llena (1992), dir. Ana Cristina Henríquez

Texto y fotografías: Mawarí Basanta