Alejandro Rivas «Calambre» y sus sonidos en el cine venezolano

Alejandro Rivas «Calambre» se convirtió en uno de los Protagonistas del Cine Venezolano, al ofrecer una Clase Magistral que organiza el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), y así demostrar cómo los técnicos cinematográficos son parte esencial del cine venezolano.

Alejandro Rivas

Alejandro Rivas, conocido como Calambre, aprendió del cine a ser constante. Entendió desde su primera participación en una película, «Alias, el rey del joropo» (1977) de Carlos Rebolledo y Thaelman Urgelles, que en el medio cinematográfico no hay otra forma de trabajo que no sea en equipo.

La constancia permitió al microfonista sortear las preguntas de sus familiares sobre el por qué seguía en el cine y no se dedicaba enteramente a la televisión, un trabajo que le permitía tener un piso estable para desarrollar su talento.

Calambre se incorporó al área del sonido de la mano de otro técnico, Héctor Moreno, y sus primeros pasos fueron directamente en la televisión en producciones dirigidas por César Bolívar, la única diferencia entre el trabajo que realizó en el cine y la televisión fue que para la pantalla chica se grababa en video; por lo demás, el formato, los técnicos y el sonido que se utilizaban era con las mismas técnicas cinematográficas.

«Con la única desventaja que era el comienzo del video, mientras se cuadraban las tres cámaras, se llevaban a un nivel de color, de temperatura, luego se ensayaba, se volvía a nivelar, pasamos un buen rato en eso, en ajustarnos para hacer la toma».

El salto al cine en «Alias, el rey del joropo» se presentó como una aventura donde todo era nuevo, innovador y en donde la colaboración con todo el equipo de la película era vital para llevar adelante la historia.

Después de las tres siguientes películas,»Juan Topocho» (1979) de César Bolívar, «La hora del tigre» (1984) de Alfredo Lugo y «Diles que no me maten» (1985) de Freddy Siso, Calambre aprendió la mecánica del mundo del cine: cada vez que entraba en un nuevo proyecto se reunía con el director de sonido, chequeaban el equipo, el sonidista tenía una idea de la historia porque había leído el guión, y le comentaba la historia a Calambre, «me cuenta cómo piensa trabajarlo, compartimos ciertas opiniones y vemos las locaciones».

El trabajo en las locaciones tiene su punto de apoyo con los eléctricos que le ayudan a insonorizar espacios, tapar paredes o techos para que el sonido llegue de una forma más nítida, «a veces te llaman para ver locaciones y el lugar tiene ruidos extraños, y ahora con todos los nuevos equipos que tenemos, estos son mucho más sensibles. Mientras mejor sea el equipo más capta lo que tienes alrededor».

El paso del tiempo y la tecnología cambiaron también la forma de filmar una película, si los nuevos equipos de sonido captan mejor el sonido, la llegada del video assist, el monitor para visualizar la filmación, representó una nueva mirada en la relación entre el camarógrafo, el foquista y el sonido.

«Antes tú tenías que marcar una línea imaginaria en ese cuadro, si te agachabas, te parabas, o movías, uno tenía que tener ese espacio, ese margen. Antes los camarógrafos eran estrictos, ellos cuidaban mucho su imagen, no solamente es el micrófono, era la composición del encuadre, los actores y todo lo que se movía en ese cuadro».

Alejandro Rivas

Silencio y acción

Cuando Alejandro Rivas, Calambre, comenzó en el cine, lo que se utilizaba para filmar una película era un micrófono y el grabador con dos canales, ahora se usan hasta seis micrófonos para grabar una escena, pero siempre se toma como referencia su principal herramienta como microfonista: el boom.

«Con el boom está solamente él, no hay nada que lo interfiera y las balitas tienen el problema del roce de la ropa, y a veces se le pone a los actores que hablan un poco bajo».

Calambre conoce la importancia de su trabajo porque es el espectador más cercano del trabajo del talento humano, de los actores y tiene la misión de procurar que sus voces se escuchen lo más alto posible.

Esta relación entre microfonista y actores empieza desde los primeros ensayos con el director, «los actores deben tener un ensayo porque no es solamente la actuación de ellos como sus movimientos, sino también cómo van a pronunciar su tono de voz y saber a qué se va a enfrentar».

Por eso Calambre siempre está ahí, pegadito al borde, lo más cerca posible de los actores mientras ellos empiezan a darle vida a sus personajes y para eso, los actores necesitan el silencio, «hay que respetar a los actores porque ese es el momento de ellos, es el momento cuando ellos trabajan (…). Eso se ha perdido. En el cine de ahora no existe el silencio, el director está ensayando y hay una conversación total (…) Hay que rescatar el respeto al set.

Y un óptimo sonido no lo es todo, el microfonista debe cuidar no salir en el plano y no hacer sombra a los actores, para eso recurre una vez más a los eléctricos, «hay que buscar un sitio en el set donde uno se pueda colocar, donde no produzca la sombra y los eléctricos te pueden ayudar en ciertos momentos, o el director de fotografía poniendo una bandera, tapando un poco la luz para poder bajar un poco más el boom«.

Calambre acumuló en su hoja de vida más de 40 películas con cineastas como Roman Chalbaud, Pablo de la Barra, Luis Alberto Lamata, Carlos Azpúrua, Olegario Barrera, Marilda Vera, Diego Rísquez, Alejandro Bellame, entre otros.

«Piedra, papel o tijera» (2012) de Hernán Jabes representó un reto para Calambre por la forma en que estaba pensada la película: el director grabó todas las escenas cámara en mano.

«Era un problema porque había que mandar el sonido a la cámara, entonces había que tirar los cables a la cámara, chequear de que estén bien, con esos movimientos que había tienden a aflojarse (…) Llegó un momento en que todos estábamos enredados, aquello era una maraña de cables. Fue una pela, pero fue sabroso porque es un ritmo de trabajo rápido».

El cambio más radical que ha percibido Calambre en el medio cinematográfico no es tanto la tecnología como el talento humano, «no hay esa pasión, ese enamoramiento, ese oficio con la película que estás haciendo, ya es algo monetario, vivir el momento».

En la Clase Magistral que ofreció Calambre para el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía estuvieron presentes dos directores de sonido, Mario Nazoa y Josué Saavedra, quienes aportaron a la clase puntos de referencia sobre su trabajo.

Mario Nazoa recordó que los ruidos que se escuchan en una película son agregados posterior a la filmación, «en la filmación uno trata que los diálogos sean muy limpios y después en estudio agregarle el volumen que quieras».

Saavedra comentó que la preparación para afrontar ocho semanas de trabajo pasa por dosificar energías alimentadas de la pasión por el cine, «yo el cine lo vivo mucho, es como un gran amor que tengo, entonces eso me da mucha energía y muchas ganas de hacer cosas y así uno esté cansado uno no lo siente porque ese amor te da la fuerza para completar esa energía».

La vicepresidenta del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, Alizar Dahdah, fue la encargada de dar las palabras de bienvenida al Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano que organiza la institución, con el objetivo de visibilizar a los técnicos que han luchado por llevar adelante el cine venezolano. «Cada uno de esos nombres y apellidos que salen en los créditos de las películas venezolanas van teniendo rostros, los hemos venido conociendo, uno a uno, gracias a estas Clases Magistrales con los técnicos cinematográficos venezolanos, quienes nos han demostrado con sus presentaciones ser verdaderos maestros y profesionales en sus oficios».

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Texto y fotografías: Mawarí Basanta