Margarita Rosales: cocina, sazón y sabor en el cine venezolano
La jefa de cocina, Margarita Rosales, fue la décima quinta protagonista en el CNAC, quien compartió una Clase Magistral para hablar del menú en la producción de una película, sus anécdotas a la hora de servir la comida y los ingredientes que la mantuvieron por más de dos décadas en el cine venezolano.
¿Qué comen los técnicos, directores, productores y todo el equipo involucrado en una película? Si la jefa de cocina era Margarita Rosales, el menú era amplio y sabroso.
Para abrir el apetito y de primer plato lo primero que servía era su famosa sopa: podía ser un hervido de gallina o de res, una sopa de pollo, un caldo de granos o un minestrone.
Como plato principal, Margarita preparaba o un asado negro, o medallones de lomito bañado en salsa de champiñones, un cordon bleu, unas supremas de pollo o ruedas de sierra; y para cerrar la comida, postres que iban desde las tortas de zanahoria, quesillo o sus emblemáticos cascos de guayaba con queso crema.
Lo que nunca faltaba en su servicio de catering -además de la sopa- eran los aguacates y las tajadas para completar el contorno; tan pedidas eran sus tajadas que un integrante de la película «La generación Halley» (1986), del director Thaelman Urgelles, dejó de hablarle durante ocho años porque no le apartó ni una tajada en un corte de comida.
Pero esas anécdotas sobre técnicos insatisfechos son muy pocas porque lo que diferenciaba a Margarita de otros jefes de cocina, es que ella consentía a todo el equipo en las películas en las que participó: tenía un menú especial para los vegetarianos, sabía cómo esconder aliños para aquellos que no toleraban ciertos ingredientes en las comidas, y si en algún caso alguien se le resistía a comer, Margarita tenía el olfato culinario para saber qué pasaba.
Margarita no olvida esa oportunidad en que un actor alemán rechazaba todos los almuerzos que ella le mandaba a su motorhome. Con la barrera del idioma de por medio y con la negativa del alemán a salir a comer con el grupo, Margarita trató de hacerlo comer. Para eso compraba vinos, frutas, preparaba carne, pollo, pero el resultado seguía siendo el mismo: el plato regresaba intacto. Un día, la jefa de cocina preparó unas ruedas de sierra y se las mandó al motorhome. El resultado de su prueba no se hizo esperar, el actor alemán salió de su refugio para comer con todo el equipo.
Son conocidas las protestas de los técnicos cuando no se incluía sus sopas en el servicio de comida, porque Margarita al momento de servirla, les comentaba a cada uno por su lado que la sopa estaba preparada especialmente para él o ella. «Esa es una táctica que tu utilizas, una estrategia para que cada uno se sienta importante».
A Margarita le tocó hasta vigilar el peso de los actores para una producción, fue en dos películas del realizador Luis Alberto Lamata: «Jericó» (1992) y «Desnudo con naranjas» (1996). En la primera debía mantener vigilado en las comidas al actor Cosme Costázar, para «Desnudo con naranjas», Lourdes Valera debía adelgazar diez kilos. «Adelgazar a Lourdes me costó mucho porque para la locación agarrábamos monte y para el servicio no conseguías los insumos para preparar las dietas que ella requería, pero es difícil el complacerlos a todos».
Cocina para todos
Margarita Rosales acumuló 25 años de experiencia como jefa de cocina en el cine venezolano, y su llegada al medio cinematográfico fue la consecuencia de sobrevivir económicamente cuando se quedó sin trabajo.
Margarita preparaba almuerzos para sus vecinos cuando se le ocurrió pedirle al director Thaelman Urgelles, amigo de su hermano, que le diera una oportunidad para ponerse al frente de la cocina en alguna película venezolana, el comentario del director fue directo, «¡pero si tú no sabes cocinar!».
Era verdad, Margarita Rosales confiesa que no sabía cocinar pero que eso no fue ningún impedimento para probar alimentar a un grupo de técnicos, actores y figurantes.
La película «El atentado» (1985) de Thaelman Urgelles fue la prueba de fuego para saber si funcionaba para el servicio de cocina o no. «Con la colaboración de estos héroes que están por aquí pude empezar a cocinar y la película es «El atentado» y digo la colaboración de todos estos héroes porque los técnicos me ayudaron mucho en el servicio».
Margarita se encargaba de ofrecer dos comidas en todo un rodaje, o el desayuno y almuerzo o el almuerzo y la cena; cuando ya estaba sumergida en una producción, la jefa de cocina preparaba la comida en su casa con la ayuda de las revistas, libros de cocina y con su conocimiento previo de sus estudios de Farmacia. Ella preparaba dos y hasta tres menús para el día, en esta labor la ayudaba su hija. Para servir las mesas, el trabajo era más complicado, «porque conseguir a personas competentes para atender al público me costaba mucho, entonces tenía yo que asumir el servicio personalmente».
Con la película «Amaneció de golpe» (1998) de Carlos Azpúrua, Margarita trabajó sola porque sus ayudantes se cansaron de lo exigente del rodaje: casi toda la película se grabó en la noche y la comida se empezaba a preparar a las 5:00 de la tarde para que estuviera lista a las 2:00 de la mañana del día siguiente, cuando era el corte de comida. Era la segunda oportunidad que la jefa de cocina trabajaba con Azpúrua, la primera fue en «Disparen a matar» (1990), cuando le tocó llevar el catering a la Cota 905 y presenciar un enfrentamiento entre dos bandos: los que deseaban que se grabara la película en ese lugar y los que no. Lo que más recuerda Margarita Rosales de ese momento es que su famosa sopa se perdió.
Con toda esta experiencia, Margarita llegó a tener una sociedad con proveedores que le daban los mejores ingredientes; y en cada ocasión que le tocaba viajar, si el sitio de rodaje no era tan retirado, llevaba una cava con todo lo que necesitaba. Es así como adquirió la experiencia de alimentar a más de 500 personas a la vez, o en el caso de su trabajo con Román Chalbaud en la que atendió a 5.000 extras repartidos en dos meses durante el rodaje de la película «El Caracazo» (2005).
Dulces palabras para Margarita
La Clase Magistral de Margarita Rosales fue el encuentro para que sus antiguos compañeros de trabajo recordaran las vivencias y hablaran sobre su sazón.
El director Román Chalbaud recordó su experiencia con la jefa de cocina en películas como «Cuchillos de Fuego» (1990), «Pandemonium, la capital del infierno» (1997) y «El Caracazo».
«A mí me gusta trabajar con amor porque todo el mundo se siente como un equipo y con cariño (…). Pero Margarita es una maravilla, que estemos aquí en este acto celebrando el trabajo de Margarita en el cine venezolano, una idea tuya Alizar (Dahdah) maravillosa, que nos acerquemos porque a veces nos dejamos de ver», comentó Chalbaud.
La vestuarista Maritza Zambrano aprovechó para dar las gracias a Margarita porque «tú eres parte de esa hora de relax delicioso que todos esperamos en un rodaje. Gracias por tu amor, tu sazón y tus tajadas que nunca faltaron».
Coromoto Zambrano, jefa de cocina, recordó cómo Margarita la ayudó cuando ella incursionó en el catering para cine, «siempre nos asesoró sin ningún tipo de egoísmos, siempre le decíamos que dónde compramos los equipos, cómo se hace y siempre estuvimos muy asesorados con ella con respecto a montar el servicio de catering».
El director de fotografía, Eddy León, aprovechó la oportunidad para hablar sobre el lenguaje que se utiliza en el medio cinematográfico. «Tenemos que aprender a usar la palabra «localización», no «locación». También cuestionamos la palabra extra, eso suena como que están de más, suena como muy despectivo, dijimos a ver si se podía cambiar la palabra por otra cosa, como «figurante»; después lo de casting que esa palabrita sonaba a otra cosa menos a llamar a un actor. En este sentido hay una palabra que se puede cuestionar que es catering, ¿qué le pondríamos? ¿Alimentación, llegó la comida, llegó el catering o llegó la papa?».
A Margarita Rosales siempre que le preguntaban cómo identificarla, pedía que se la llamara jefa de cocina y así lo colocaban en los créditos.
En la Clase Magistral, Margarita Rosales estuvo acompañada por su hija, sus nietas, su primera y su nuero, quienes agradecieron la oportunidad que se le brindaba para dar a conocer su trabajo.
Margarita se retiró hace diez años de las cocinas, pero confiesa que añora su trabajo cada día, «esto no es difícil, tienes que tener paciencia, buena voluntad, cariño para poder sacarlo adelante».
Las clases magistrales que organiza todos los jueves el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, CNAC, son para Alizar Dahdah, vicepresidenta del CNAC, un punto de descubrimiento para los protagonistas invisibilizados del cine venezolano «ahora ya sabemos quiénes son, qué piensan, cómo hacen y estamos descubriendo que son tan artistas y creadores como el propio líder del equipo que es el director. Hasta ahora todos nuestros protagonistas siempre se han referido al director de una manera hermosa, ellos son parte de esa obra cinematográfica y nosotros estamos felices porque se están dando a conocer».
Texto y fotografías: Mawarí Basanta Mota