La siempre aprendiz Belén Orsini

La vida de la guionista, productora y directora se desenvuelve entre dos grandes amores, su hija y el séptimo arte, actividad a la que ha dedicado la mayor parte de sus días.

Belén Orsini
Belén Orsini ha trabajado en la producción de más de 30 películas, entre largometrajes y cortos, ha dirigido sus propios filmes, ha producido también para televisión y teatro y ha conquistado premios por sus obras, pero ella aún se siente una aprendiz.

Belén comenzó a conocer gente de cine en la etapa universitaria, época en la desistió de sus ganas de ser bailarina para explorar en el mundo de la actuación.

Por esa temporada, a los alumnos de los últimos semestres de Artes Escénicas, en la Escuela Superior de las Artes “Juana Sujo”, los llamaron a participar en la película “La mujer ajena”, de Livio Quiroz, en la que Belén hizo de doble de la protagonista y en algunas escenas como extra.

En el área de vestuario de esa producción necesitaban ayudantes, y a pesar de no saber nada de cine, ella estaba dispuesta a aprender.

La energía que se movía en aquél rodaje la sedujo para siempre. “El teatro me perdió, creo que le hice un bien a la humanidad, perdieron a una mala actriz pero ganaron una apasionada del cine”.

Hasta esa época el único contacto de Orsini con el séptimo arte, habían sido aquellos momentos en su infancia cuando su padre proyectaba películas venezolanas, hoy en día clásicos del cine nacional.

“Me gustaba mucho ‘Macu, la mujer del policía’, de Solveig Hoogesteijn, una película importante del cine venezolano; ‘Cuando quiero llorar no lloro’, de Mauricio Walerstein; ‘Pequeña revancha’, de Olegario Barrera; ‘Oriana’, de Fina Torres, estoy hablando y se me eriza la piel, qué cosa tan loca”.

Su gusto por el arte nació también por sus abuelos. Uno boticario y una abuela “bastante soñadora y un poco artista”, permitieron a Belén gozar de libertades en su infancia, en un pueblito de Aragua llamado San Sebastián de los Reyes, donde vivió.

“Cuando digo libertad me refiero a que yo fui un poco realenga. Ellos me permitieron explorar cualquier necesidad cultural, afectiva, religiosa, había mucha libertad en mi casa para esas cosas”.

Esa curiosidad continuó formando parte de su personalidad años después.

Desde de ese primer encuentro con el trabajo en el séptimo arte, comenzó a explorar distintas áreas en un rodaje. Vestuario, script, producción, dirección y hasta catering, por eso a nadie ha de extrañar si al llegar al set a la hora de almuerzo, encuentren a Belén con cucharón en mano sirviendo la comida.

“He hecho hasta cámara, los maquinistas me dejan hacer aunque sea un plano con el dolly (…) A mí me apasiona el cine en todos sus aspectos, no tengo límites, creo que voy a morirme aprendiendo”.

Belén Orsini

Pasión Latente

La experiencia adquirida en sus tantos momentos de aprendiz, la llevaron con los años a rodar sus propios proyectos.

“Metralleta”, con la que obtuvo el segundo lugar en la Quincena de Largometraje Documental Venezolano en 2007; “Museo de Maracay”, ganador del Premio Cinesa a la Mejor Dirección en 1998;

“Simón Rodríguez: El loco”, ganador de la primera edición del DOCTV Latinoamérica en 2006 y del Premio Especial del Jurado en el Festival del Cine Venezolano en Mérida; y su más reciente película “Verde salvaje”, están entre sus realizaciones.

“Me gusta mucho Verde salvaje, es un proyecto al que yo le tengo especial cariño, donde aprendí demasiadas cosas y me conmovió personalmente. Me gusta el resultado de ese trabajo porque creo que, tal vez, no es la película más taquillera, pero su vida va navegando como las tortugas (…) Creo que hay un contenido importante para Venezuela, como país promotor para la conservación de las tortugas, pero también para el mundo, que es un tema que está ahí latiendo”.

Tanto “Verde Salvaje” como sus otros filmes están inclinados hacia un género que le atrae: el documental.

¿Por qué este género?

– Me gusta la contemplación, y en el documental encuentro que tengo la posibilidad de explorarlo (…) Eso de esperar que el pajarito se pare en una rama, o esperar que salga el sol desde las 4 de la mañana, o esperar que alguien tenga un gesto inesperado o conversar con alguien como tú y yo ahorita y podamos hacer no una entrevista, sino una conversación, eso lo disfruto mucho. Me gustaría que me contrataran en National Geographic por ejemplo (risas).

Durante esa conversación en un set de rodaje, donde quedó olvidada la grabadora lo que existía alrededor, Belén pudo compartir sus más profundos deseos y pasiones. Reveló por ejemplo que aunque se dedica profesionalmente a la producción y a la dirección, en ese amplio mundo del cine tiene una pasión escondida: el análisis cinematográfico.

“Analizo guiones y me divierte mucho, me quedo muchas horas en la tarde leyéndolos. Espero poder colaborar con los autores para revisar sus historias y aportarles algo”.

Esta pasión latente la obtuvo con experiencia y preparación académica. Estudió en la Universidad Autónoma de Barcelona, en España, un Máster de guión para Cine y TV, además ha profundizado sus estudios en análisis de guión cinematográfico.

Hoy, después de tantos años, recuerda con orgullo sus logros obtenidos con perseverancia.

“Yo vengo de un pueblo, de una familia humilde y me gradué en la universidad, tengo millones de cursos y estoy aquí haciendo cine y vengo de un lugar de donde no había nadie que yo conociera que hiciera cine. Entonces yo pienso que cuando te pones límites, eres tú el límite. Hay que seguir haciendo películas y el cine venezolano seguirá existiendo después de nosotros y ojalá hasta el fin de la humanidad”.

Belén Orsini

Admiración y agradecimiento

De esos años en los que Belén escudriñaba en los quehaceres habituales de los técnicos cinematográficos, consiguió en el camino maestros, quienes le transmitieron valores que la acompañarán hasta el fin se sus días. Thaelman Urgelles, Reinaldo de los Llanos o Joaquín Cortés.

Pero de esos tantos maestros hay uno en particular al que respeta, admira y agradece.

“Yo tengo un padre, que va más allá de un maestro, Antonio Llerandi, él ha sido para mí un maestro, ha sido un amigo, un ejemplo (…) Durante más de 20 años siempre ha estado ahí para aconsejarme, cuando he tenido dudas lo llamo, ha producido mis películas, yo he producido películas para él, me ha abierto el camino, el panorama y tiene un gran sentido del humor, que yo aprecio”.

Esos conocimientos también han sido retransmitidos.

“Trato de hacer lo que hicieron por mí, trato de ser incluyente, me gusta trabajar con gente joven, me gusta oírlos, me gusta si alguien pide ayuda dársela, si puedo obviamente (…) Y siempre trato de incluir en los equipos, gente con poca experiencia ligado con gente de mucha experiencia. Es bueno siempre tener gente joven en el equipo, que te transmitan vitalidad”.

El cine como opción

Prácticamente toda su vida ha se desenvuelto detrás de las pantallas, actividad de la cual depende financieramente.

Pero, ¿Puede una persona vivir del cine en Venezuela?

– Vivir del cine es una opción, yo he tenido momentos económicos complejos, así como muchos, como todo, pero me las apaño, no sé cómo, porque si hubiese sido planificado no hubiese elegido el cine probablemente. Es una montaña rusa, tú te montas ahí y hay momentos de ansiedad, de gritos, de relax, y momentos en que dices ‘¡ay ya estoy aquí, qué rico!’.

¿Vale la pena?

– ¡Claro que vale la pena!, yo creo que cuando encuentras algo en lo que te gusta trabajar y que te gusta hacer, vale la pena. Tú puedes ser carpintero, pero si te gusta y encuentras en eso una realización personal y satisfacción espiritual, vale la pena, sin duda.

Un antes y después

Al hablar de su única hija, los ojos de Belén adquieren más brillo de lo acostumbrado, con una felicidad desbordante y una aún más amplia sonrisa.

Isabella tiene 15 años y es la adoración de su madre. Aunque ha crecido visitando sets de rodaje, insiste que quiere estudiar arquitectura, pues según, no le gusta el cine.

“Ya es suficiente con que haya un pobre en la familia”, con humor le dijo para dejarle claro a su mamá que no quiere trabajar con el séptimo arte, “al menos no por ahora”. Pero Belén asegura que “tiene un coqueteo raro con él”.

Aunque las amigas de Isabella le dicen siempre lo divertido que debe ser estar con artistas, y ver cómo hacen las películas, ella siempre les lleva la contraria diciéndoles que en un set sólo gritan: “SILENCIO”, “no hagan ruido”, ”no se muevan”.

“Entonces a ella no le gusta mucho ir al trabajo de su mamá, porque no puede ni hablar” (risas).

La vida de Belén cambió rotundamente después del nacimiento de su hija. Ella le ha dado serenidad, calma y una forma de entender la vida de otra manera.

“Ella es muy divertida, muy ocurrente, ya te lo dije, soy una antes y después de ella. Con mejor humor, además yo creo que mejor persona”.

Una persona que intenta cultivar su buen humor cada día, y trata de que su energía vaya a favor de las cosas que desea, pero de buena manera, tratando de no dejarse llevar por las emociones que le hagan daño.

Belén Orsini

La gran historia de amor

Para la cineasta, el séptimo arte venezolano ha logrado mucho, ha experimentado con varios géneros, pero a su juicio aún le falta la gran historia de amor, una película donde los espectadores salgan del cine llorando por la “cursilería”.

“Creo que el día que alguien haga la gran historia de amor yo voy a estar muy agradecida, porque tenemos grandes piezas, pero la gran historia de amor no sé si existe todavía”.

Aunque asegura no tener esa historia para contarla, anhela que cuando algún colega la haga, la contraten como productora para ser partícipe de ese deseo.

Lo que sí está dispuesta a hacer es una película de acción. “Es en eso lo que he estado trabajando silenciosamente, no sé para cuándo va, pero sí va”.

Mientras llega su próximo proyecto y esa gran historia de amor esperada por tantos años, seguirá dedicando su vida a lo que ha hecho siempre.

“Para mí el cine es la vida, pasión, libertad, amor. Yo ya no concibo mi vida sin el cine y desde entonces es lo único que he podido hacer para vivir”.

Texto: Willetza Bolívar
Fotografías: Alexis Perez-Luna, producida por Omar Mesones

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