“El cine sirve para enfrentar la realidad”
Román Chalbaud siente que aún le falta mucho por hacer en el séptimo arte. El cineasta recibirá este lunes 20 de julio un homenaje del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), en la reinauguración de una sala de formación que lleva su nombre, como parte del Laboratorio Rodolfo Santana de Cine y Audiovisual de Venezuela.
Como un enamorado del cine. Así se describe el cineasta Román Chalbaud, quien a sus 83 años posee en su filmografía varias joyas del séptimo arte criollo, en las que ha desnudado una Venezuela sin tapujos, esa que se esconde como un secreto a voces detrás de los parámetros establecidos por la sociedad, con un lenguaje cinematográfico único, de autor, que ha evolucionado en el tiempo y se mantiene intacto.
El realizador recibirá este lunes 20 de julio un homenaje del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), en la reinauguración de la Sala de Formación Román Chalbaud, del Laboratorio Rodolfo Santana de Cine y Audiovisual de Venezuela, en el que compartirá con las autoridades presentes un poco de su experiencia.
La pobreza, el sentido de la felicidad, el camino a la comprensión de nuestra identidad y diversas críticas plasmadas desde su particular ojo tras las cámaras, se han contado de manera magistral en su variado haber artístico, que desde la década de los años 50, muestra otra cara del venezolano, interpretando la ignorancia, el deseo, la idiosincrasia y otros aspectos característicos de cotidianidades que se han paseado desde lo simple y complejo hasta vivencias desarrolladas en la clandestinidad.
Una premisa que lo identifica sentencia a cabalidad su esencia audiovisual: el cine como espejo de nuestra realidad. “Caín adolescente” (1959), “El pez que fuma” (1977), “La gata borracha” (1983), “La oveja negra” (1987), “Pandemónium” (1997) y “El Caracazo” (2005) son algunas de las obras que han dejado huella en el imaginario del cine venezolano, que lleva su firma estampada con carácter.
Retratos burdos, absurdos y reflexivos de la consistencia de una sociedad amañada por el culto a la anarquía y el individualismo, han formado parte de su lenguaje cinematográfico, del que asegura que aún le queda mucho por contar.
En 2016, estrenará “La planta insolente”, filme biográfico con matices de realismo mágico, humor y poesía sobre la vida del militar y presidente venezolano Cipriano Castro, quien gobernó desde 1899 hasta 1908. Dirigió esta obra que cuenta con el guión de Luis Britto García.
Próximamente, realizará una película sobre la tragedia del Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en las Islas Azores, que conmocionó al país luego que el avión tripulado con los coristas y su director, el maestro Vinicio Adames, se estrelló, cobrando la vida de 68 personas, el 3 de septiembre de 1976.
Desde su hogar en Caracas, Chalbaud conversó a través del hilo telefónico con el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, y reveló su visión actual de la gran pantalla.
-¿Cómo se siente al ser homenajeado en la reinauguración de la Sala de Formación Román Chalbaud, del Laboratorio “Rodolfo Santana” de Cine y Audiovisual de Venezuela?
Estoy muy honrado y muy contento, esperando el día para que se dé. Me siento feliz porque esa aula llevará mi nombre. Hemos estado viajando por el país, visitando ciudades del interior, donde hemos dado cursos de cine. Yo he dado el de dirección y otros compañeros que han dado otros roles, como producción y sonido. Es muy bueno contribuir a que se forme una nueva generación, que hayan nuevas voces y den fruto esas semillas que se están sembrando, para que próximamente surjan nuevos y prometedores cineastas.
-¿Qué debe considerar en cuanto a formación la próxima generación de realizadores criollos?
El cine es el séptimo arte, entonces todas las artes están en el: la pintura, el teatro, la escenografía, la literatura. Ellos deben estudiar mucho. Siempre le digo a mis alumnos que deben leer mucho y hacerse cultos. Tienen que tener conocimientos sobre la cultura, la humanidad, las relaciones humanas, haber leído a Honoré de Balzac, Guy de Maupassant y por supuesto a los venezolanos y latinoamericanos.
-Usted se ha definido como un enamorado del cine. ¿Cómo describe sus sentimientos por la cinematografía en este momento de su vida?
En todos los momentos de mi vida. Siempre he amado al cine, desde que vi ‘Roma, ciudad abierta’ y ‘Los olvidados’ en el balcón del Cine Continental, allá por la década de los años 50. Me enamoré profundamente de ese tipo de cine. Pensaba que era para escapar de la realidad, pero esos dos filmes, de Roberto Rossellini y Luis Buñuel respectivamente, también servían para enfrentar la realidad. Me enseñaron mucho.
-¿Cómo define el momento actual del cine venezolano?
Es una época maravillosa, porque se están haciendo muchas películas. Además de eso, estamos dando cursos de cine en todo el país. Hay muchos festivales. En cualquier parte de Venezuela se están formando nuevos cineastas. Estamos yendo a darles clases, charlas y muestras. Eso es muy importante.
-El séptimo arte, dicen muchos expertos, debe ser espejo de nuestra realidad. De eso se ha visto mucho en sus películas. ¿Cómo hilvana su proceso creativo?
Primero, el teatro, porque comencé así, escribiendo obras, porque no podía hacer cine, además que este arte también me gustaba mucho. En mis obras reflejaba lo que veía, la sociedad, lo que estaba ocurriendo, y todavía lo hago. Lo que ocurre a nuestro alrededor, hay que mostrarlo en la pantalla y en los escenarios. Se basa en mis experiencias y las de los demás. Hay que caminar, meterse en las calles, saber lo que opina uno y otro, y las vivencias humanas, tanto propias como de conocidos.
-Siente que le falta algo por hacer que aún no haya hecho en la gran pantalla?
‘Nadie vive lo suficiente para dejar de ser un aficionado’, decía Charles Chaplin. Yo me siento un aficionado. Ahora es cuando estoy comenzando a aprender, a subir los escalones. El que piensa que ya los subió todos, va a dar un paso y caerá en el abismo. En cambio, si te faltan muchos por subir, es maravilloso, porque cada día se aprende más. En eso estamos.
-¿Cómo va ‘La planta insolente’, filme sobre la vida del militar y presidente venezolano Cipriano Castro?
Acabamos de grabar la música, de Federico Ruiz. Se estrenará en febrero de 2016. El resultado es maravilloso, sobre todo por el guión tan humano de Luis Britto García, un magnífico historiador. La historia está llena de sentido del humor, patriotismo, que se cuenta a través de sus ojos. Lo llamamos ‘La planta insolente’ porque es parte del discurso que dio Castro en 1902, cuando los acorazados europeos entraron a bombardear La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo. Él hizo para entonces esa proclama: ‘La planta insolente del extranjero ha osado hollar el sagrado suelo de la Patria’. Y toda Venezuela, incluyendo José Gregorio Hernández, se inscribió para luchar por el país. Es una película muy hermosa que nos refleja toda la época y deja muchas enseñanzas. La historia hay que aprenderla, estudiarla y verla en la pantalla.
-¿Qué puede adelantar de la película que dirigirá sobre la tragedia del Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela?
Estamos esperando a que por fin se pueda hacer. Es un guión hermoso y humano, escrito por Oswaldo Estrada, sobre un episodio muy terrible y lamentable de nuestra historia. Se llama ‘Los pájaros de las ruinas azules’, que es como se referían al orfeón. Ellos iban rumbo a Barcelona, España, y harían una escala en Los Azores. Hubo una tempestad y la cola del huracán se devolvió e impactó al avión. Éste se volteó y fallecieron todos. Murieron cantando el Himno Nacional. Estrada estuvo un año con unas personas que sobrevivieron porque no fueron al viaje por distintas razones, como que no les dieron permiso en sus trabajos. Varios de ellos siguen trabajando actualmente en la UCV. Toda esa gente que quedó viva, ayudó a Estrada en el sentido de contarle las pequeñas historias que pasaban en el orfeón, para construir un buen guión.
-En sus películas ha desnudado a una Venezuela sin tapujos. Muchos se preguntan: ¿cuál es el secreto de su acertada visión artística?
No tengo ningún secreto. Desde pequeño, mi abuela me llevaba al cine. Ella leía y yo le quitaba los libros de la mesa de noche, para leerlos también. Después, cuando nos vinimos a Caracas, a mis 8 años, llegamos a una pensión, éramos muy humildes, vivíamos en barrios. Conocía a la gente, aprendí a amarla y a odiar las injusticias. Las personas que he conocido y los libros son los que me han ayudado realmente. Tuve la suerte de tener profesores como Alberto de Paz y Mateos, en el Liceo Fermín Toro, que nos daba teatro. Los libreros en esa época eran de españoles que habían huido de Franco. Yo iba para allá y me decían ‘tiene que leer ‘Contrapunto’, que acaba de salir’. Ellos me ayudaron en mi formación intelectual, que es demasiado importante.
-¿Qué le falta a nuestra cinematografía para crecer aún más?
Hacer películas. Uno aprende haciéndolas. Pero, la culturización de la gente que hace cine es lo que nos llevará más adelante.
Texto: Ernest Stuyvesant