ARAYA: Toda vida viene del Mar

Cercana a cumplir un nuevo aniversario del hito marcado en el Festival Internacional de Cine de Cannes, la galardonada cinta de Margot Benacerraf continua su paso por la historia como una referencia invariable de la cinematografía venezolana.

El relato de 90 minutos que acompaña la vida de los pobladores de las salinas y pescadores de la árida península de Araya, obtuvo el Premio de la Comisión Técnica Superior por su estilo fotográfico y el Premio de la Crítica Internacional que otorga la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipsci) compartido con Hiroshima MonAmour, ambos otorgados gracias a su participación oficial en el Festival de Cannes de 1959, alcanzando para el cine venezolano un logro imposible de empañar y situándola además, como uno de los mejores largometrajes latinoamericanos de todos los tiempos.

La obra relata un día en la vida de Araya a través de tres familias y sus respectivas historias que dan cuenta del escenario cultural, sociológico y económico de la península, que se resume en la frase del narrador convertida en leit –motiv de la película: “En Araya toda vida viene del mar”. Desde su descubrimiento en el año 1500 por los españoles, la explotación de la salina natural de Araya se realizaba a mano y durante siglos fue conocida como uno de los  sitios más ricos del Nuevo Mundo, para luego caer en el más completo abandono.

La narración de Margot Benacerraf nos hace compartir veinticuatro
horas de esta Araya sumida en el aislamiento, envuelta en un imperceptible
ritmo de renovación. La vida en este paraje desolador se desarrolla en medio de
un paisaje de tierras azotadas por el viento y expuestas bajo la luz de un sol
implacable.

Araya es una cinta de singular belleza, ausente de color y donde la cámara saca el mayor provecho de la pureza del blanco de la sal y  negro absoluto de las sombras en un paisaje sin árboles.

Desde la presidencia del Centro Nacional Autónomo de la
Cinematografía (CNAC), Carlos Azpúrua, director y promotor cultural impulsa una
gestión que promueve el fortalecimiento de las estructuras institucionales,  que permitan al cine nacional recuperar su espacio
histórico en el escenario internacional; mientras en paralelo, se avanza en un
programa de estimulo a la producción cinematográfica en todas sus fases.

Esta tarea de difusión, abarca la conservación del legado de obras y realizadores que se convirtieron en referencia de nuestra historia y Margot Benecerraf es la primera mujer venezolana que se presenta con una obra cinematográfica  solida, conformada por dos películas que lograron gran reconocimiento de la crítica internacional. 

Araya (1959) fue dirigida por Margot Benacerraf, quien también hizo el guion; cámara de Giuseppe Nisoli, texto de Pierre Seghers y Margot Benacerraf,​ música de Guy Bernard con temas folklóricos latinoamericanos y narración de Laurent Terzieff (versión francesa) y José Ignacio Cabrujas (versión en español).

Prensa CNAC/Adriana Gutiérrez